Soy un perro en un mundo de humanos. A algunos les parecerá una suerte, dedicarse, como ellos creen, quasi exclusivamente a comer, jugar y dormir. Pero pónganse en mi lugar. Si desde que se levantan hasta que se acuestan los días se van cosiendo mientras aguantas actitudes y comportamientos de unos seres presumiblemente superiores, cuyos únicos méritos son andar a dos patas y coger las cosas con las zarpas. He de reconocer que envidio en ocasiones esa habilidad, porque coño, no saben ustedes lo que es que todo lo que tocas se te llene de babas.
A lo largo de estas líneas iré contándoles, a través de mis ojos, los ridículos asuntos que mi perruna inteligencia tiene que soportar.
CAPÍTULO I___ADOPCIÓN
Fue una templada tarde de principios del verano cuando mis juegos con mis hermanos fueron interrumpidos por una extraña humana que me metió en una mochila apestosa y luego en una cosa con ruedas que se movía mu deprisa. No hacía más que dar vueltas y el calor de la mochila era insoportable, pero a la mu jodía le extrañaba que mi único objetivo fuera salirme. Por fin mi cabezonería perruna pudo con sus cojones cuadrados, y conseguí hacerme un hueco en el asiento de su lado. Lo que no pararon fueron los traqueteos y las vueltas, que hicieron gluglú en mi estómago y pude ver mi merienda por segunda vez en aquella tarde. Hostias, que se ponga ella en mi sitio, ya verás.
Cuando por fin parece que me fui acostumbrando a la situación aparece el tío más grande que he visto en mi vida y me quita el sitio, aunque por lo menso se pasó el resto del viaje acariciándome las orejas. Mola.
CAPÍTULO II___PERIÓDICOS
Creo que la primera cosa que me hizo flipar sobremanera con estos humanos tan raros fue su manía con mis cosas. Les reto a que pidan a alguien que cada vez que estén meando o cagando, le corten la susodicha (y de paso la digestión) cogiéndole en brazos y gritando sin parar como posesos ¡no! ¡no! ¡al periódico!, y le lleven a un rincón lleno de letras que no entiendo... Y explíquele usted que, joder, si a ellos los mola leer en el baño, me traigan el periódico a donde esté yo y no al revés, que el periódico pesa menos (luego ellos presumen de ser los inteligentes). Un puto mes sin poder echar la cagada del tirón. Al fin, cuando por fin les haces caso y vas al papel pa que te dejen hacerlo agusto, te dan una galleta... y vuelves a pensar: mola.
Esto es todo por ahora, que no saben lo que agota pulsar estas teclillas tan chicas con unas zarpas como el culo de un vaso.
Saludos perrunos de Bonzo.