
Somos animales domesticados. Los primeros y por nosotros mismos. Seguramente las ventajas de esta domesticación superen abrumadoramente a los perjuicios que supone para el alma librepensante. Al menos eso demuestra el nivel de protección y llamémoslo evolución en que nos encontramos. Disfrutamos (el llamado primer mundo) de una calidad de vida en casi todos los aspectos excelente. No entraré hoy en términos de órdenes (o desórdenes) mundiales, causas, efectos, repercusiones. Ese es un tema muy largo para estas horas.
Para demostrar la domesticación a que somos sometidos, les remito a nuestros cachorros: los niños. Fíjense en ellos, en lo que son capaces de hacer físicamente en proporción a sus cuerpecitos minúsculos. No se rompen, caigan desde donde caigan. Saltan muros de casi dos metros (en proporción a un cuerpo adulto). Yo no sé ustedes, pero a mí me pesa mucho el culo.
Pero quiero centrarme hoy en la parte intelectual. Cuántas veces no habrán sabido contestar a la pregunta de un niño de 4 años, ustedes, mentes cultivadas en universidades y curtidas en la vida. Y no han podido contestar a esa pregunta no por tonta, sino por profunda. Tan profunda que un intelecto adulto ya no puede imaginar. Sin embargo, para el pensamiento de un niño que está descubriendo un mundo en el que aparentemente todo puede pasar, cualquier pregunta debería tener una respuesta correcta. Su mente aún no conoce los prejuicios, lo socialmente aceptable, la opinión de la mayoría. Los padres y profesores nos hacen ver, inconscientemente, que todas las preguntas importantes ya están correctamente formuladas, y que la mayoría ya tienen una respuesta correcta adjudicada. Por eso con los años aumentan nuestros conocimientos, pero se nos olvida poco a poco el pensar, el buscar nuevas preguntas y respuestas. Dejamos de inventar juegos para jugar a los que nos enseñan. Dejamos de inventar pensamientos a medida que aprendemos los de otros.
No me malinterpreten, esto no es malo, la sociedad avanza gracias a los errores y aciertos de los pueblos pasados, gracias a sus derrotas y a sus victorias. Para inventar la televisión no tuvieron que crear la radio antes, de eso ya se había encargado otro genio. La memoria colectiva nos enseña, nos ahorra pasos que ya no tenemos que dar para llegar a un sitio.
Pero sí que considero que en un mundo cambiante, a veces día a día, no debemos dar por sentado lo que otros nos dicen. Sobretodo viviendo en un mundo que pasó de ser plano a global, un mundo que pasó de ser el centro del universo a ser un grano de arena que rueda y rueda en un enorme desierto. Recuerden que a esas personas que lograron esos cambios en el pensamiento se les consideró locos en su día, muchos murieron pobres o quemados en la hoguera. Hoy en día se les considera genios. Se les considera héroes.
Estudien, sí, pero piensen. Inventen algo. Jueguen. Aprendan juegos de sus hijos. Dibujen, escriban un libro. Sólo para que lo vean sus seres queridos. Quién sabe, a lo mejor hay un genio en su interior.