
Hace ya muchos años, el que quizá considero el mejor profesor que he tenido jamás, más que nada por su influencia en mí, me dio un importante consejo a la hora de escribir. La primera frase que escribas para cualquier texto, desde un relato corto hasta cada capítulo de una novela extensa, debe enganchar al lector. Debe causarle una mezcla de curiosidad y expectación, una necesidad de seguir leyendo. Tachó la infantil frase con que empezaba mi redacción y la sustituyó por una simple palabra, y aún así el efecto que provocó en mí fue abrumador. Reescribí todo lo demás con un estilo completamente nuevo para mí, y aquella redacción estuvo colgada en la pared de la clase el resto del año.
Con los años he aprendido más trucos que me son necesarios a la hora de escribir, como encender un cigarrillo. Esas profundas caladas permiten ordenar mis pensamientos y plasmarlos de manera mucho más efectiva en el papel o en la pantalla.
Lógicamente ni soy escritor ni lo pretendo, pero para mí es muy gratificante cuando las personas que más aprecio en mi vida leen mi blog y me dicen lo mucho que les gusta mi estilo. No son críticos literarios, pero sus opiniones son más importantes para mí de lo que podría ser la de una revista literaria. Mis pensamientos los escribo para mí más que para nadie. Son mis alegrías, mis miedos, mis penas, las espinas que llevo clavadas en el corazón. Y dentro de muchos años, cuando lea todas estas mis "tonterías", poder ver desde otro prisma mis aventuras y desventuras. Igual que hoy he recordado aquella palabra que me enseñó a escribir de una manera más interesante. Aquella palabra fue "llovía". Y con aquellas gotas empezó todo.
1 comentario:
Tu profesor estaría muy orgulloso de tí!!! Peke, deberías dedicarte a escribir...
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