Demasiados años. Tantos como para que una generación entera no conozcamos lo que es ver a España más allá de cuartos de final en una competición. Tanta mala suerte no es posible, los españoles somos los mejores en casi todos los deportes, o lo hemos sido en algún momento, pero se nos escapaba el deporte rey. La suerte, esa deseada prostituta, ha vuelto los ojos hacia una selección que, casualmente o no, es la más joven de los últimos años, precisamente esa generación que quiere ver a España llegar a lo más alto. Y la ha mirado por su juego, el más bonito; su equipo, el más compacto; su seleccionador, el más listo; y su afición, la más deportiva. Este año nos lo creímos, se lo creyó el míster, se lo creyó el equipo, y a base de esfuerzo, sufrimiento y deportividad, nos hacen el regalo más ansiado: la ilusión de creer que esos 23 héroes capitaneados por un titán en todos los aspectos como Casillas, van a volver con el preciado trofeo, el triunfo en el continente en que mejor fútbol se ve. Ellos pueden, lo saben y van a demostrarlo. Porque el fútbol, el buen fútbol, se lo debe. Hoy.
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